Es frecuente ver en los últimos
tiempos como los políticos de turno han permitido que se construya salvajemente
en algunos de los lugares más bellos de nuestra geografía española. Y es que no
se debe tratar de confundir el desarrollo
turístico con el desarrollo
inmobiliario.
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Es evidente, a pesar de contar en
muchas administraciones con “supuestos asesores”, la falta de asesoramiento
acerca de las repercusiones futuras que conlleva que desaparezcan lugares
emblemáticos, naturales, salvajes, no explotados, auténticos. Como indica Tomás
Mazón: La masificación, el impacto ambiental y la pérdida de imagen
turística son las consecuencias de un modelo de turismo residencial mal
planificado. O sea, el
turismo residencial es insostenible.
En busca de lo sorprendente
Al verdadero turista le gusta encontrar lugares que le sorprendan, que le
apasionen, que sean distintos a lo percibido en otros lugares, que tengan una
esencia auténtica que los hace únicos e irrepetibles. Sin embargo, las “mentes
pensantes” de muchas administraciones, para tapar los despilfarros económicos
de otras épocas, permiten que se construya lo indecible y lo intolerable, para
saldar las cuentas del próximo año, olvidándose de que en el turismo la medida
del tiempo es diferente.
Cada día resulta más difícil
encontrar lugares como antaño, con
su gastronomía típica, sus alojamientos autóctonos, sus entornos cuidados o
asalvajados, con sus gentes afables que miden el tiempo a un ritmo diferente a
los de la gran ciudad. Por el contrario, últimamente afloran los Mcdonalds, las
urbanizaciones modernas (que en nada representan ni lo autóctono ni la
modernidad) o las franquicias y comercios internacionales. No es que esté en
contra del desarrollo económico o del tecnológico. Lo que estoy en contra es de
la perdida de nuestros valores, de nuestra autenticidad, de aquello que nos
permite sentirnos únicos y por tanto disponer de una “marca personal”, cosa por otro lado por la que lucha constantemente
el marketing (branding, naming).
La langosta humana
Cabe hablar también de un tipo de
persona que solo mira por
sus ambiciosos intereses personales y que se oculta tras un rostro afable. Suelen
vender sus atropellados proyectos como elementos de desarrollo que permitirán
empleo y bienestar a los ciudadanos locales, que desconocen las consecuencias
de esas inapropiadas decisiones. Y compran las voluntades de muchos, aunque no
de todos afortunadamente. Casos de libro como Jesús Gil, Paco El Pocero y un
sinfín más.
La debacle
El resultado de este atropello a la naturaleza es siempre el mismo.
Ese destino deja de ser interesante para cualquier turista y hoy en día con las
nuevas tecnologías y las redes sociales se hace más evidente. Nadie recomienda lugares que han perdido su
sello de autenticidad y se han convertido en una aglomeración de personas y
casas. Para eso ya están las grandes ciudades y hay muchas en todo el
mundo.
Existen diversos referentes en el mundo, no solo en España, de las zonas turísticas que un día
fueron un bello escaparate y se convirtieron en una ciudad más, plantada en
mitad de un entorno despedazado por el urbanismo descontrolado. La
insostenibilidad del turismo residencial.
Soluciones
La solución pasa por promover un turismo sostenible que permita dar empleo a unos pocos, pero por mucho
tiempo. La ambición humana irracional debe de frenarse o se cumplirá como
siempre “el
cuento de la lechera”, que el cántaro tarde o temprano terminará por
romperse, junto con las ilusiones de los que se lo creyeron.
Cosas que deberías
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