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30 may 2012

La cortoplacista visión política acerca del turismo

Es frecuente ver en los últimos tiempos como los políticos de turno han permitido que se construya salvajemente en algunos de los lugares más bellos de nuestra geografía española. Y es que no se debe tratar de confundir el desarrollo turístico con el desarrollo inmobiliario.

Los políticos, sobre todo de ámbito regional y local, han permitido (o están permitiendo en la actualidad) que se construya en lugares que son un atractivo para los turistas extranjeros y españoles. Casos actuales son Cabo Cope en Murcia (Marina Cope) o Valdevaqueros en Tarifa.

Es evidente, a pesar de contar en muchas administraciones con “supuestos asesores”, la falta de asesoramiento acerca de las repercusiones futuras que conlleva que desaparezcan lugares emblemáticos, naturales, salvajes, no explotados, auténticos. Como indica Tomás Mazón: La masificación, el impacto ambiental y la pérdida de imagen turística son las consecuencias de un modelo de turismo residencial mal planificado. O sea, el turismo residencial es insostenible.

En busca de lo sorprendente

Al verdadero turista le gusta encontrar lugares que le sorprendan, que le apasionen, que sean distintos a lo percibido en otros lugares, que tengan una esencia auténtica que los hace únicos e irrepetibles. Sin embargo, las “mentes pensantes” de muchas administraciones, para tapar los despilfarros económicos de otras épocas, permiten que se construya lo indecible y lo intolerable, para saldar las cuentas del próximo año, olvidándose de que en el turismo la medida del tiempo es diferente.

Cada día resulta más difícil encontrar lugares como antaño, con su gastronomía típica, sus alojamientos autóctonos, sus entornos cuidados o asalvajados, con sus gentes afables que miden el tiempo a un ritmo diferente a los de la gran ciudad. Por el contrario, últimamente afloran los Mcdonalds, las urbanizaciones modernas (que en nada representan ni lo autóctono ni la modernidad) o las franquicias y comercios internacionales. No es que esté en contra del desarrollo económico o del tecnológico. Lo que estoy en contra es de la perdida de nuestros valores, de nuestra autenticidad, de aquello que nos permite sentirnos únicos y por tanto disponer de una “marca personal”, cosa por otro lado por la que lucha constantemente el marketing (branding, naming). 

La langosta humana

Cabe hablar también de un tipo de persona que solo mira por sus ambiciosos intereses personales y que se oculta tras un rostro afable. Suelen vender sus atropellados proyectos como elementos de desarrollo que permitirán empleo y bienestar a los ciudadanos locales, que desconocen las consecuencias de esas inapropiadas decisiones. Y compran las voluntades de muchos, aunque no de todos afortunadamente. Casos de libro como Jesús Gil, Paco El Pocero y un sinfín más.

La debacle

El resultado de este atropello a la naturaleza es siempre el mismo. Ese destino deja de ser interesante para cualquier turista y hoy en día con las nuevas tecnologías y las redes sociales se hace más evidente. Nadie recomienda lugares que han perdido su sello de autenticidad y se han convertido en una aglomeración de personas y casas. Para eso ya están las grandes ciudades y hay muchas en todo el mundo.

Existen diversos referentes en el mundo, no solo en España, de las zonas turísticas que un día fueron un bello escaparate y se convirtieron en una ciudad más, plantada en mitad de un entorno despedazado por el urbanismo descontrolado. La insostenibilidad del turismo residencial.

Soluciones

La solución pasa por promover un turismo sostenible que permita dar empleo a unos pocos, pero por mucho tiempo. La ambición humana irracional debe de frenarse o se cumplirá como siempre “el cuento de la lechera”, que el cántaro tarde o temprano terminará por romperse, junto con las ilusiones de los que se lo creyeron.

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